Pasados los primeros meses de aquella experiencia en Paris en 1983, experiencia en la que veía a Cuba como el centro de un propósito de Dios, algo que cambió por completo el rumbo de la vida de nuestra familia que había quedado en la isla y de la cual se apoderó la angustia y la desesperación, mi madre, en busca de ayuda por la situación que estaban enfrentando conmigo, le confió al pastor de la iglesia lo que estaba sucediendo. Solo los más allegados en la familia sabían lo que estaba sucediendo.
Un buen día se dio cuenta que alguien de la congregación no había sido discreto con un comentario que en confianza le había hecho el pastor sobre nuestra situación, cuando una versión un tanto distorsionada de los hechos llegó de vuelta a mi madre. Algo normal, y aunque esa no había sido la intención del pastor, al ella saber que el problema ya era del conocimiento de quien sabe cuantas personas, en su incomodidad su primera reacción fue no querer volver a la iglesia.[Leer Más…]